Sátántangó – La desolación que se siente minuto a minuto
“No es solo una película: es un viaje pausado por la rutina, la traición y la espera infinita.”
Introducción
Desde los primeros planos de la aldea húngara en ruinas, Sátántangó impone su ritmo: lento, pesado, casi hipnótico. Cada detalle del paisaje, cada sombra y cada charco refleja la desesperanza que habita a sus personajes. Sabes que estás ante algo que no se deja devorar rápido: exige tiempo, paciencia y atención.
Desarrollo
- Primeros minutos: Con planos larguísimos de la lluvia sobre el barro, Tarr nos introduce en un mundo donde el tiempo parece estirarse. Ya no miramos la película: la sentimos. Cada gota de lluvia se convierte en un marcador de espera.
- Personajes en su rutina: Conocemos a los habitantes de la aldea: campesinos resignados, un empresario que juega con ellos, y algunos que buscan sobrevivir como pueden. Los gestos son mínimos, pero dicen mucho: un crujir de botas en el barro, una mirada evasiva, un silencio cargado de miedo o cansancio.
- Traiciones y pequeñas manipulaciones: Los personajes actúan según sus intereses y debilidades. Cada movimiento, por pequeño que parezca, tiene consecuencias. Tarr nos obliga a acompañarlos, a sentir la tensión de lo cotidiano, como si cada decisión fuera una sentencia silenciosa.
- Planos largos y cámara pausada: La cámara se mueve lentamente, acompañando a los personajes sin cortar. Caminatas interminables, conversaciones que parecen eternas, objetos que permanecen en escena más de lo esperado: todo crea una sensación de tiempo dilatado, casi tangible.
- Ambiente y sonido: La banda sonora es mínima. Solo escuchamos el viento, la lluvia, pasos sobre barro y algunos diálogos medidos. Cada sonido amplifica la soledad y la desesperanza, convirtiéndose en parte de la narrativa más que en acompañamiento.
- Clímax emocional: La película no tiene un clímax tradicional, pero el peso emocional aumenta a medida que la rutina, las pequeñas traiciones y la impotencia se acumulan. Sentirás que la desesperanza se infiltra en ti con cada escena, hasta que casi se convierte en tu propia respiración.
Opinión
- Lo que más me impactó fue cómo Tarr convierte la rutina en poesía visual. No hay prisa, no hay artificios: solo humanidad desnuda, lenta y cruda.
- La película exige atención: si te dejas llevar, cada plano te enseña algo sobre la fragilidad de las relaciones humanas y la desesperanza existencial.
- No es una película fácil ni “amena”, pero su lentitud es su fuerza: permite que el espectador piense, sienta y se pierda en ese universo desolado junto a los personajes.
Valoración
Nota personal sobre 10: 8/10
Una obra distinta del cine contemplativo. Lenta, densa y exigente, pero profundamente humana y visualmente magistral.
Cierre
🕯️ No me cuentes el final, pero Sátántangó demuestra que el cine puede ser un espejo del tiempo, la espera y la desolación, donde cada minuto pesa y cada silencio habla más que mil palabras.


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