Dust Devil – El alma que se disuelve en el desierto
“El viento levanta el polvo, y en ese polvo hay una figura. No sabemos si es un hombre o un demonio, pero camina, y donde pisa, el mundo se apaga un poco.”
Introducción
Hay películas que parecen nacidas de un sueño febril. Dust Devil es una de ellas. Richard Stanley construye un relato que se mueve entre el western místico, el terror metafísico y la parábola espiritual. Todo ocurre en ese desierto inmenso que parece no tener fin, donde los caminos se pierden y el tiempo se detiene. Allí, un asesino —o quizá un espíritu antiguo— viaja con su gabardina polvorienta, recogiendo almas como si fueran restos del viento.
Desarrollo
- La película abre con imágenes del desierto de Namibia. Un coche avanza lento por una carretera infinita. Dentro, una mujer huye de su vida, de su marido, de algo que no sabe nombrar. El horizonte la traga. En algún punto, se cruza con él: el extraño. El Dust Devil.
- Él habla poco, observa mucho. Su presencia tiene algo magnético y peligroso, como si llevara siglos caminando por esos caminos. No mata por placer ni por necesidad, sino por algo más profundo: una especie de hambre espiritual. Cada víctima parece entregarse tanto como ser devorada.
- Mientras tanto, un policía local sigue su rastro. Un hombre que también carga su propio pasado y que parece entender —quizá demasiado tarde— que no está persiguiendo a un asesino humano, sino a algo que ha existido desde antes de que hubiera fronteras o carreteras.
- Stanley filma todo con una atmósfera casi mística. El viento constante, el polvo en suspensión, la luz que enceguece. Hay momentos en los que el paisaje parece respirar. La cámara se mueve despacio, como si temiera interrumpir algo sagrado.
- Entre visiones, sueños y supersticiones africanas, la película se convierte en una especie de ritual. Lo sobrenatural y lo humano se mezclan hasta ser indistinguibles. Cada plano es un espejo en el que se reflejan la soledad, la culpa y la necesidad de creer en algo, incluso si ese algo es el mal.
Opinión
- Me fascina cómo Dust Devil se atreve a ser lenta, extraña, inasible. No busca explicarte nada; solo te sumerge en un estado de trance. Es una película para mirar con calma, para dejar que te atrape como una tormenta de arena.
- El desierto aquí no es paisaje: es alma. Todo lo que entra en él termina desdibujándose. La gente, los recuerdos, incluso las intenciones. Es un lugar donde nada permanece, y quizás por eso el Dust Devil sigue caminando, sin rumbo, sin propósito, solo existiendo.
- La fotografía es sublime: colores ocres, cielos desbordantes, luces que arden sobre los cuerpos. Cada plano parece una pintura de la soledad. Y la música, con sus notas inquietantes, convierte la experiencia en algo casi litúrgico.
Valoración
Nota personal sobre 10: 8/10
Una obra inclasificable: mezcla de western y pesadilla metafísica. Dust Devil es de esas películas que no se ven, se atraviesan. Como el desierto mismo.
Cierre
🕯️ No me cuentes el final, pero Dust Devil demuestra que a veces el infierno no está debajo de nosotros, sino en el horizonte, caminando despacio y cubierto de polvo.


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