jueves, 11 de diciembre de 2025

PACIFICTION

 




Pacifiction (2022) – El lujo del aburrimiento

“No sé por qué sigo empeñado en ver pelis de este hijo de burgués con poco talento pero mucha pasta para costearse una carrera de malas películas, seré masoquista.”

Empiezo la reseña igual que salí del visionado: con la sensación de haber asistido a un desfile carísimo de nada. Pacifiction confirma que Albert Serra tiene un don —no el de dirigir, sino el de convencer a la gente de que el tedio es arte. Y claro, yo pico en volver a verlo. Una y otra vez.

La Polinesia y la nada

La película arranca en la Polinesia francesa, con Benoît Magimel sudando bajo el traje blanco, mirando el horizonte como si esperara una epifanía. Y cuando parece que algo va a pasar —que Serra, por fin, va a contar algo— el tío se viene arriba, juega con el misterio, sugiere conspiraciones, barcos nucleares, política colonial… y nada. Absolutamente nada. Otra tomadura de pelo revestida de “cine contemplativo”.

Con Honor de caballería tuvo gracia. Era fresca, desvergonzada, parecía una broma consciente. Pero cerca de diez películas después, el chiste ya no tiene gracia. Serra rueda como si siguiera en primero de Bellas Artes con presupuesto de hijo de papá. Mucha pasta en pantalla para que todo quede precioso: palmeras, neones, helicópteros y un océano que parece diseñado por Dior. Pero ni emoción, ni conflicto, ni vida. Solo poses.

Forma sin fondo

Y sí, la fotografía es bonita. Hay planos chulos, colores hipnóticos y ruiditos que casi hipnotizan. Pero son tres horas de un señor dando vueltas por una isla mientras otros fingen que pasa algo. Un peaje altísimo para tan poca carretera.

El discurso de fondo —esa crítica a la política francesa, al colonialismo, al poder vacío— podría tener algo si no se ahogara en su propio narcisismo. Serra quiere ser Tarkovski y termina siendo el tío pesado de la cena que te cuenta lo profundo que es mientras tú miras el reloj.

Opinión personal

Le puse un 4 sobre 10. Y eso porque alguna imagen se me quedó rondando la cabeza un rato. Pero lo cierto es que, si no fuera por el envoltorio, esto sería inaguantable. Y la de los toros ni me acerco: eso ya lo hizo Jacinto Esteva, y mejor.

PD: También es verdad que venía de ver a Béla Tarr en Las armonías de Werckmeister, y claro… las comparaciones son odiosas. Muy odiosas.

Cierre

🕯️ No me cuentes el final, pero Pacifiction demuestra que hay directores que confunden el silencio con el alma, y el tedio con la trascendencia.

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